Arquitectura como tequila.
El tequila es uno de los mejores productos. Porque se hace con esmero, con materia prima de la mayor calidad –un absoluto refinamiento de la naturaleza: el agave azul tequilana weber-, según procedimientos genuinos y estrictamente controlados. En pocas palabras: el tequila es un producto que puede enorgullecer a cualquier mexicano. Hay una norma oficial que regula su origen y hay un Consejo que cuida su calidad. La adulteración del tequila es un atentado a una bebida que puede considerarse un patrimonio nacional.
Ahora hablemos de la arquitectura. Es un producto cultural –como lo es el tequila– de la mayor relevancia para una sociedad, para un país. Y, obviamente, para la gente. La buena arquitectura, la genuina, hace más felices a las personas, les ayuda a vivir.
Por todos lados prolifera la mala “arquitectura”: juegos de simulaciones, de imitaciones yfingimientos. Falsificaciones de sistemas constructivos, de códigos formales, de significaciones. Esta “arquitectura” envenena el gusto y el espíritu de la gente, empobrece las ciudades, banaliza los contextos en los que se inscribe. Estamos, tristemente, tan acostumbrados a ello, que ya ni caso hacemos cuando un Oxxo o un MacDonalds más desfigura por decenios cualquier rincón urbano que hasta entonces guardaba una cierta dignidad.
Y, ahora arriesgando más, pensemos en las ciudades. ¿No sería posible entender, sin ninguna clase de determinismo o “purismo racial”, qué hace de las ciudades mejores lugares para vivir? Comprender el ADN que alguna vez las hizo agraciadas, armoniosas, bonitas, y que tiene que ver con la adecuación al clima, a los materiales, al ánima de cada urbe –finalmente al deseo de su gente. Y, ya como provocación: ¿Sería posible establecer una denominación de origen y pertinencia para toda arquitectura nueva que se proponga?
Por Juan Palomar Verea
http://opinion.informador.com.mx/Columnas/2015/08/19/arquitectura-y-tequila/